Entre la figura que forma las rías de Pontevedra y las montañas que rodean a las bien llamadas Rías Baixas se dibuja un territorio en el que los límites los impone la naturaleza. Marcada por el elemento natural más fundamental, el agua y su costa, algunas veces agreste, es imposible describirla sin llamarla paraíso, y no enamorarse de ellas.
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